Síndrome sin piedad II: El festín de Gourmand

Representación pictórica en la que se puede apreciar a un caballero que parece estar fuera de sí consecuencia de la degustación de tan sabroso manjar.

Representación pictórica en la que se puede apreciar a un caballero que parece estar fuera de sí, consecuencia de la degustación de tan aparentemente sabroso manjar.

Este segundo síndrome sin piedad pretende establecer un símil o nexo de unión con aquel cuento de Isak Dinesen y que fue llevado a la gran pantalla magistralmente por el director Gabriel Axel, ya lo conocen: “El festín de Babette”. En ella, actores de la talla de Stéphane Audran, Jean-Philipe Lafont o Bibi Andersson se dejaban seducir por el placer causado al degustar los platos más exquisitos de la gastronomía gala, preparados una afortunada anfitriona que decide invitar a los habitantes de aquella remota aldea danesa tras ser agraciada con el premio de la lotería. Al igual que en la citada obra, hoy dejando de lado el celuloide (con todo el dolor de mi corazón), el protagonista de nuestro breve será la comida.

El trastorno que hoy voy a analizar para ustedes en detalle está relacionado con la cocina, la comida sotisficada (¿o debería decir sofisticara? Espero que no se me enfaden Chicote, Adriá, Arzak, Santamaría & cía) y un “desorden” neurológico, un desorden al que podríamos tratar de talla “gourmet”. Como ya habrán podido adivinar, este trastorno lleva el nombre de “Síndrome de Gourmand”. Este síndrome fue descrito por primera vez en 1997 por los investigadores suizos Regard y Landis y fue descrito como “una patología relativamente benigna”. Veamos en qué consiste.

Muestra de la sofisticación que pueden alcanzar los platos adquiridos o elaborados por los afectados por el síndrome de Gourmand. En la imagen puede observarse cómo puede componerse una figura arbórea a través de los distintos fragmentos dulces que integran el postre, creación de Jesús Escalera Ciscares. Imagen cedida por el mismo autor.

Muestra de la sofisticación que pueden alcanzar los platos adquiridos o elaborados por los afectados por el síndrome de Gourmand. En la imagen puede observarse cómo puede componerse una figura arbórea a través de los distintos fragmentos dulces que integran el postre, creación de Jesús Escalera Ciscares. Imagen cedida por el mismo autor.

Caracterizado como trastorno alimenticio igual que lo son la bulimia, la anorexia o la ortorexia, es en realidad más raro y/o curioso que todos ellos. Así, el paciente que sufre esta “dolencia” siente el deseo irrefrenable de cocinar y consumir platos exquisitos, pero aquellos que únicamente lleven aparejada consigo una elevada sofisticación y presentación. Sé lo que estarán pensando: “Menudo trastorno para paladares exigentes y sibaritas. Eso debe ser cosa de ricos, que tienen una cuenta corriente a prueba de extravagancias”. Empero, como ahora verán, no siempre es así.

Hasta hace relativamente poco tiempo se desconocían las causas de este anormal comportamiento. Recuerden también que se trata de un trastorno descrito recientemente para la ciencia, y que lo que la ciencia no conoce difícilmente existe y más complejo aún es darle explicación y solución (espero con esto que nadie se dé por ofendido, era una reflexión en voz alta). Hoy día sin embargo sí conocemos qué está detrás de esta “obsesión” por la comida elaborada: el síndrome de Gourmand está causado por una lesión en una determinada zona del hemisferio cerebral derecho, más concretamente en las áreas anteriores que involucran a la zona cortical y basal y a las estructuras límbicas. Así, estudios anatómicos del cerebro realizados sobre estos pacientes por medio de escáner han advertido que los ganglios basales, estructura encargada de regular los niveles de serotonina, se encuentran afectados.

Los enfermos de Gourmand gustan de los juegos de apariencias y sensaciones en la cocina. Un ejemplo de ello son los trampantojos, a los que consideran el culmen de la cocina. Creación de Jesús Escalera Ciscares, a quien debemos también la autoría de la imagen.

Los enfermos de Gourmand gustan de los juegos de apariencias y sensaciones en la cocina. Un ejemplo de ello son los trampantojos, a los que consideran el culmen de la cocina.
Creación de Jesús Escalera Ciscares, a quien debemos también la autoría de la imagen.

Ahora encajan muchas piezas del rompecabezas, ¿no es así? Como sabrán, la serotonina es un neurotransmisor tipo amina, el cual está implicado en la inhibición de sensaciones tales como la ira, el sueño, la temperatura corporal… ¡O EL APETITO! Esto explica que el afectado por esta enfermedad sienta la urgencia de adquirir y cocinar productos alimenticios elaborados y deliciosos. Hasta aquí no supone nada nuevo, esto ya lo comentamos anteriormente, pero cabe citar otros síntomas que van aparejados a estos, ya que el individuo que sufre esta lesión cerebral siente desinhibición de otras pautas de comportamiento, como la ira, con lo que si no consigue hacerse con ese manjar puede agredir al cocinero que le niegue su anhelo o la osada dependienta de la caja que se atreva a decirle que no tiene el suficiente dinero para adquirirlo. Lamento tener que retomar el tema del dinero, aunque sea brevemente, pues se han descrito casos de personas afectadas por el síndrome de Gourmand que se vuelven violentas cuando se les niega su deliciosa vianda por falta de poder adquisitivo (esta práctica merma económicamente a quienes la padecen, de ahí mi reflexión anterior al respecto).

A día de hoy aún no existe un tratamiento efectivo, aunque se trabaja en este sentido de manera intensiva, estudiándose y probándose diferentes tratamientos en animales de experimentación, fruto quizás aún de lo “novedoso” del trastorno.

Y ahora voy en busca de mi bocadillo, que el jefe me tiene sin desayunar a estas alturas de la mañana. Lo mismo si adopto la soflama del iracundo y hambriento Homer Simpson me hago oír. Voy a probar si funciona… ¡QUIERO MI BOCADILLO! ¡QUIERO MI BOCADILLO! ¡QUIERO MI BOCADILLO!

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