DESMONTANDO EL BELÉN

Los cerdos no pueden producir sudor con el que refrigerar la hipertermia de su cuerpo. Por tanto, la frase “sudar como un cerdo” a todas luces es una falacia. Frente a los 1.000 gramos de líquido que evaporamos para refrigerarnos los humanos por hora y metro cuadrado de piel (somos los mamíferos que más sudamos), los cerdos apenas alcanzan los 30 gramos.

Recreación típica del portal de Belén con los habituales representantes porcinos.

Recreación típica del portal de Belén con los habituales representantes porcinos.

En estas fechas navideñas, muchos gustan de salir a la calle con el afán de ver las diferentes recreaciones que las múltiples hermandades o asociaciones locales hacen del popular Belén. Son fechas de compras y prisas en busca de algún producto que se antoja indispensable en casa durante estos días de celebración… y de cuando en vez, uno se toma su rato de asueto deleitándose con la reconstrucción del nacimiento del mesías católico. En esas me encontraba yo hace escasos días cuando mi madre me invitó a que fuese con ella a realizar unas compras y, de paso, visitáramos uno de estos populares belenes que montan en el que fuera el colegio donde estudié en mi niñez. Tras este, fuimos a ver otros dos, y debo admitir que incluso en uno de ellos el nacimiento de Jesucristo tenía lugar en un Belén cuyo skyline recordaba al de la ciudad donde resido: Utrera.

Durante estas visitas a las diferentes iglesias, andaba yo en mis tribulaciones apóstatas y anticlericales, propias de quien no cree en la religión, cuando un nene, otro que como yo acompañaba a su madre mientras ésta hacía unas gestiones, me sacó de mi ensimismamiento. Este pequeño inquiría a su madre si de verdad podrían existir cerdos en Belén en invierno, si no pasarían frío entre la nieve que recubría aquel paisaje de cartón piedra habida cuenta que los cerdos no tienen su cuerpo dotado de pelo que los aísle de las inclemencias meteorológicas del exterior. En ese momento, me mostré más proclive a la conversación de esta mujer con su hijo para ver cómo la sufrida progenitora salía de tal aprieto en que la había puesto su vástago. No me faltaron ganas de corregirla en su explicación, pero me abstuve por vergüenza y porque a fin de cuentas, gracias a ellos hoy escribo esto para todos ustedes.

Temperaturas medias anuales en los diferentes meses en la vecina localidad de Jerusalén, distante de Belén unos 10 Km.

Temperaturas medias anuales en los diferentes meses en la vecina localidad de Jerusalén, distante de Belén unos 10 Km.

Voy a omitir la respuesta que la madre dio al inquisitivo niño, pues la pobre mujer salió del apuro como buenamente pudo o supo apelando a su fe y a la bondad de esa entelequia que muchos llaman Dios. Por todos es sabido el motivo por el que el nacimiento de Cristo se celebra el 25 de Diciembre, en un intento del papa Julio I de aunar las festividades romanas de Saturno (que curiosamente llegaban a su apogeo en esta fecha) con la fe cristiana, a fin de hacer más fácil la conversión de los romanos a esta novedosa y efervescente doctrina. Muchos estudiosos de la materia dicen que Jesucristo, de haber existido, habría venido al mundo en Belén durante la primavera. Y probablemente lleven razón. Indistintamente de que creamos o no en la existencia de Jesucristo como personaje histórico, resulta más creíble que de nacer en un pesebre en mitad del desierto de Cisjordania, lo hiciese cuando las temperaturas medias alcanzasen los 15-18º C.

El desierto de Judea alberga como principales núcleos urbanos a las ciudades de Belén, Jerusalén, Jericó, Hebrón y Gush Etzion.

El desierto de Judea alberga como principales núcleos urbanos a las ciudades de Belén, Jerusalén, Jericó, Hebrón y Gush Etzion.

Algo parecido ocurre con el cerdo, un animal que desde todos los puntos de vista, está fuera de lugar en las recreaciones del Belén. Voy a pasar a explicarlo, pero para ello, me van a permitir que me remonte al clima de Belén, o más concretamente, al del desierto de Judea, porque esto nos va a decir mucho acerca de la zoogeografía del cerdo, guardando estrecha relación con la fisiología y ecología del propio animal. Enseguida van a entender por qué.

El clima de la antigua Palestina se antoja muy similar al de la actual, con la salvedad de que el suelo ha sido maltratado sistemáticamente por reiteradas talas de los bosques. Así pues, Belén es una ciudad enclavada entre los montes de Judea sometida a un clima con 2 estaciones muy bien definidas: una época estival seca donde las temperaturas pueden alcanzar los 50º C en determinados puntos del valle del Jordán, y otra, la invernal, donde las lluvias y nieves son frecuentes. Al estar enclavada en la depresión de una zona elevada, Belén recibe fuertes nevadas durante el Tevet, un período de tiempo que va desde Diciembre a Enero. Asimismo, al encontrarse tan cerca del desierto de Judea, en Belén se han registrado temperaturas por debajo de los 0º C. Unas variaciones de temperatura que no todos los seres vivos pueden soportar.

El calendario hebreo es un calendario lunisolar semejante al chino, basado tanto en el ciclo de la Tierra alrededor del Sol (año), como en el de la Luna al rodear la Tierra (mes).

El calendario hebreo es un calendario lunisolar semejante al chino, basado tanto en el ciclo de la Tierra alrededor del Sol (año), como en el de la Luna al rodear la Tierra (mes).

A priori, los cerdos no tendrían problemas para sobrellevar los rigores del invierno betlemita, pues el ganadero debería ser muy descuidado o tremendamente torpe para hacer dormir al raso a su fuente de ingresos. A fin de cuentas, en Teruel también hace frío y crían unos magníficos puercos de los que se obtienen unos fenomenales jamones. Más peliagudo se antoja por contra mantener los guarros durante la época estival, pues hay un grave problema fisiológico que el ganadero no puede solventar: ¡LOS CERDOS CARECEN DE GLÁNDULAS SUDORÍPARAS!

Como lo oyen, los cerdos no pueden producir sudor con el que refrigerar la hipertermia de su cuerpo. Por tanto, la frase “sudar como un cerdo” a todas luces es una falacia. Frente a los 1.000 gramos de líquido que evaporamos para refrigerarnos los humanos por hora y metro cuadrado de piel (somos los mamíferos que más sudamos), los cerdos apenas alcanzan los 30 gramos. Así, para combatir el calor se ven por consiguiente obligados a humedecer su piel en el exterior, usando para ello lodo limpio y fresco, aunque bien es cierto que si carecen de él y a falta de un mejor remedio, pueden recurrir a revolcarse en su propia orina y heces. Reitero, ¡lo hará únicamente como último recurso! Es un mito (con raíces en la religión, como veremos un poco más adelante) que el cerdo sea un animal sucio por naturaleza. Los cerdos, viviendo en un ambiente fresco (unos 29º C) y contando con espacio suficiente, depositarán sus excrementos lejos de la zona donde se alimentarán y pacerán. Les gusta mantener su mesa y su lecho aseado, como a casi cualquier hijo de vecino. Si sobrepasamos esta temperatura, los gorrinos se sofocan y comienzan a defecar indiscriminadamente a todo lo largo y ancho de la pocilga, lo que denota su sensibilidad a las altas temperaturas, la cual no sólo afectará al aseo de este animal, sino que si sobrepasamos temperaturas por encima de los 35-37º C, los cerdos fallecen a causa de la hipertermia.

En este libro, el antropólogo estadounidense hace un recorrido sobre cómo diferentes religiones consideran deidades a animales como las vacas (hinduismo) mientras otras repudian a otros como el cerdo (caso del judaísmo o islamismo).

En este libro, el antropólogo estadounidense hace un recorrido sobre cómo diferentes religiones consideran deidades a animales como las vacas (hinduismo) mientras otras repudian a otros como el cerdo (caso del judaísmo o islamismo).

De esta simple razón fisiológica pueden derivarse otras razones de índole antropológicas y ecológicas para explicar la ausencia de ganaderos porcinos en el protopueblo hebreo, aquel que presumiblemente viera nacer al salvador de la cristiandad. Así lo explica Marvin Harris en su libro “Vacas, Cerdos, Guerras y Brujas”:

Los israelita nómadas no podían criar cerdos en hábitats áridos, mientras los cerdos [constituyeran] más una amenaza que una ventaja para las poblaciones agrícolas aldeanas y semisedentarias. La razón básica de esto estriba en que las zonas mundiales de nomadismo pastoral corresponden a llanuras y colinas deforestadas, que son demasiado áridas para permitir una agricultura dependiente de las lluvias y que no son fáciles de regar. Los animales domésticos mejor adaptados a estas zonas son los rumiantes. […] El cerdo es ante todo una criatura de los bosques y de las riberas umbrosas de los ríos. Aunque es omnívoro, se nutre perfectamente de alimentos pobres en celulosa, como nueces, frutas, tubérculos y sobre todo granos, lo que le convierte en un competidor directo del hombre. […] En ningún lugar del mundo los pastores totalmente nómadas crían cerdos en cantidades importantes. […] La Biblia y el Corán condenaron al cerdo [a la categoría de animal impuro] porque la cría de cerdos constituía una amenaza a la integridad de los ecosistemas naturales […] del Oriente Medio. Dentro de la pauta global de este complejo mixto de agricultura y pastoreo, la prohibición de la carne de cerdo constituyó una estrategia ecológica acertada [que nada tendría que ver por tanto con hechos de carácter divino]”.

Después de esto, no hay mucho más que añadir, salvo que los belenes que nos ofrecen las asociaciones de belenistas no son más que un contrasentido ecológico al colocar cerdos en una zona donde, como hemos visto, lo único que le podemos provocar es la muerte por torrefacción del animal. Ya sé lo que muchos estaréis pensando de mí (soy humano y de cuando en vez me dan también arrebatos de alodoxafobia): “claro, escribe esto porque es un ateo que gusta con llevar la contraria a los que creemos”. Nada más lejos de la realidad. No me gusta la Navidad de la misma manera que detesto la feria de Abril. Soy un sevillano atípico, “rara avis”. Sin embargo, el gusto por estas fiestas entiendo que no debe estar reñido con el conocimiento básico de lo que nos rodea, de aquello que nos es común. Y en estas fiestas, no hay nada más común en nuestro pueblos y ciudades que los belenes.

Les deseamos unas muy felices fiestas navideñas.

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