Historia Tóxica III: Una pizca de Arsénico y esa píldora que os dan

Escena de la película Mary Poppins en la que Julie Andrews interpreta la canción "A Spoonful of Sugar".

Escena de la película Mary Poppins en la que Julie Andrews interpreta la canción “A Spoonful of Sugar”.

Así voy a titular esta tercera entrega de historias tóxicas, parafraseando y tomando como referencia la conocida canción del musical de Disney: Mary Poppins. Enseguida lo entenderán.

En el siglo XVI el físico y alquimista germanosuizo Paracelso: “todas las sustancias son venenos; no hay ninguna que no lo sea. Sólo la justa dosis distingue un veneno de un remedio”. En definitiva, lo que nos viene a decir es que el veneno está en la dosis. De hecho, estamos rodeados de “venenos” por todas partes si tomamos este sustantivo “sensu lato”. Así, sin ir más lejos, el exceso de vitamina A puede dañar al hígado, mientras el de vitamina D hace lo propio con los riñones. Incluso hasta una ingesta exagerada de agua puede resultar letal, pues causa hiponatremia, es decir, una dilución del contenido de sales de la sangre que afecta al cerebro, el corazón y las demás funciones musculares. Algo parecido pasa con el arsénico, que es lo que hoy vengo a relatarles en esta breve entrada.

Arsénico: el veneno de los reyes y el rey de los venenos. El arsénico actúa afectando ciertas vías de nuestras células, ya que establece enlaces con las proteínas y desencadena un caos molecular que no es el argumento central de esta entrega.

Por ser incoloro, inodoro e insípido, el arsénico era el veneno preferido de los Borgia. Tanto Alejandro VI como su hijo César se especializaron en asesinatos basados en la fe religiosa. Así, el papa Alejandro VI concedía la dignidad o cardenal a hombres de gran fortuna, les dejaba que siguieran aumentando sus propiedades, y finalmente los invitaba a cenar. El vino de la casa, ligeramente aderezado con arsénico despachaba limpiamente a los invitados, cuyas riquezas, según las leyes de la Iglesia, acaban en manos del “inocente” y desinteresado anfitrión.

Imagen de la Sociedad Secreta de Envenenadoras, creada por Spara en Roma en el s. XVII.

Imagen de la Sociedad Secreta de Envenenadoras, creada por Spara en Roma en el s. XVII.

Otro ejemplo del arsénico como veneno puede encontrarse en Hieronyma Spara, emprendedora y maquiavélica señora del siglo XVII que montó una escuela en la ciudad de Roma donde instruía a sus discípulas a envenenar a sus maridos y convertir a las bellas y jóvenes esposas en viudas ricas. De la misma manera, administrado a las nodrizas en pequeñas cantidades, el veneno contaminaba la leche con la que se amamantaba a los lactantes, de esta manera los príncipes ambiciosos tenían menor competencia a la hora de acceder al trono. De ahí que en Francia se conozca también al arsénico con el nombre de “le poudre de succession”.

Empero, el arsénico nos hace pasar con suma facilidad de la muerte a la vida. En el siglo VI a.C. Hipócrates usó arsénico para tratar úlceras y constituye uno de los ingredientes del licor de Fowler, ideada en 1786 y que durante más de 150 años ha sido el tratamiento más usual para combatir enfermedades que iban desde el cáncer al asma, pasando por la corea o incluso la malaria. Hoy día este tónico no se usa debido a que hoy conocemos sus efectos secundarios, como que provoca cirrosis hepática.

Imagen de anuncio de un remedio arsenical de lucha contra la sífilis.

Imagen de anuncio de un remedio arsenical de lucha contra la sífilis.

No crean que con esto el arsénico ha caído en el olvido. Más bien al contrario, pues se siguen estudiando y ensayando fármacos con este particular elemento y sales derivadas del mismo. Así, en 2001, la Food & Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos aprobó el uso de un fármaco, cuyo principal principio activo es el trióxido de arsénico, para tratar la leucemia promielocítica aguda, un tipo de cáncer de las células blancas de la sangre que se caracteriza por la translocación cromosómica que implica al gen del receptor alfa del ácido retinoico ubicado en el cromosoma 17.

¿Es por tanto el arsénico un veneno o un fármaco de un potencial inimaginable? La respuesta dependerá tal y como hemos visto anteriormente de a quién le realicemos tal pregunta, si a un médico o a un Borgia. Desde luego, en esta ocasión se puede aseverar creo que con muy certera razón la frase pronunciada por Adam Smith que dice “la ciencia es el gran antídoto contra el veneno del entusiasmo y la superstición”.

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